De
repente recibes un mensaje, mensaje que te recuerda algo que pasó cuando tú aún
no tenías uso de conciencia, pero que has sufrido toda tu vida. Dicen que no se
puede echar de menos aquello que no tuvimos, pero también dicen,
como podemos escuchar en una de las letras de Sabina, que “no hay nostalgia
peor que añorar lo que nunca jamás sucedió”.
Pues bien, les echo de menos, a los dos, a los cuatro. Saber que hay
cosas que nunca viviré con ellos y que hay momentos que no podré recordar,
momentos entrañables como los desayunos con jamón y guitarra o las regañinas
cuando alguien le quitaba un rosco, son cosas que me hubiera encantado vivir, observar, y más tarde recordar.
Por
suerte, tengo a quienes me lo recuerdan, gracias a ellos puedo formar el puzle
de la persona a quien quiero conocer, para, al menos, ser capaz de encajar las
piezas, aunque ello me lleve tiempo, y los resultados no sean los esperados,
siempre acabaré sabiendo y conociendo más de lo que creí saber en un principio.
Se,
puesto que muchos de vosotros no sabéis de la existencia de este blog, que no leeréis
esto, pero de igual forma, para quedarme
tranquila conmigo misma quiero daros las gracias, sé que es poco valiente por
mi parte ser capaz de publicar esto y no de decíroslo a la cara, pero de igual
forma tenía que expresar lo que siento en este momento de alguna forma,
gracias. Gracias por llevarme a su persona en cada encuentro, gracias por
hacerme vivir situaciones similares a las que
vosotros vivisteis con ellos, gracias por recordarme que ellos
estuvieron, están y estarán en cada decisión que tome, porque sin ellos
nosotros no estaríamos aquí. Porque la distancia no es ausencia ni el tiempo es
olvido.
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